Materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2021


La Semana de Oración por la Unidad de Cristianos 2021 ha sido preparada por la Comunidad Monástica de Grandchamp. El tema escogido, Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia, se basa en el texto de Juan 15, 1-17, y refleja la vocación a la oración, a la reconciliación y a la unidad de la Iglesia y de toda la familia humana de la Comunidad de Grandchamp.
Introducción al tema para el año 2021
Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia (cf. Jn 15, 5-9)
La Semana de Oración por la Unidad de Cristianos 2021 ha sido preparada
por la Comunidad Monástica de Grandchamp1
. El tema escogido, Permaneced
en mi amor y daréis fruto en abundancia, se basa en el texto de Juan 15, 1-17, y
refleja la vocación a la oración, a la reconciliación y a la unidad de la Iglesia
y de toda la familia humana de la Comunidad de Grandchamp.
En la década de 1930, varias mujeres reformadas de la Suiza francófona pertenecientes a un grupo denominado las “Damas de Morges” redescubrieron la
importancia del silencio para escuchar la Palabra de Dios. Al mismo tiempo,
redescubrieron la práctica de los retiros espirituales como medio para alimentar su vida de fe, inspirándose en el ejemplo de Cristo que se separó a un lugar
solitario para orar. Pronto otros muchos comenzaron a unirse a estos retiros
organizados periódicamente en la pequeña aldea de Grandchamp, cerca de
las orillas del lago Neuchâtel. Debido al número creciente de participantes en
los retiros y visitantes, hubo que organizar una plegaria continua en el monasterio, así como un servicio de acogida.
Hoy la comunidad cuenta con cincuenta hermanas, mujeres de diferentes
generaciones, de diferentes tradiciones eclesiales y de diferentes países y
continentes. En su diversidad, las hermanas son una parábola viva de comunión. Permanecen fieles a la vida de oración, a la vida en comunidad y a la
acogida de huéspedes. Las hermanas comparten la gracia de la vida monástica con los visitantes y los voluntarios que acuden a Grandchamp buscando
un tiempo de retiro, de silencio, de sanación o tratando de encontrar sentido
a sus vidas.
Las primeras hermanas experimentaron el dolor de la división entre las Iglesias cristianas. En esta lucha, la amistad con el sacerdote Paul Couturier, pionero de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, fue un gran
estímulo. Por ello, desde sus comienzos, la oración por la unidad de los cristianos ha estado en el centro de la vida de la comunidad. Este compromiso,
junto con los tres pilares de Grandchamp, la oración, la vida comunitaria y la
hospitalidad, constituyen la base de estos materiales.
1 Ver también la presentación de la Comunidad al final del folleto o en www.grandchamp.org.
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Permanecer en el amor de Dios es reconciliarse con uno mismo
Las palabras francesas para monje y monja (moine/moniale) tienen su origen
en el término griego μόνος que significa solo y uno. Nuestros corazones, cuerpos y mentes, lejos de ser uno, a menudo se encuentran dispersos e impulsados hacia diferentes direcciones. El monje o la monja desean ser uno en
sí mismo y estar unidos a Cristo. Jesús nos dice «Permanece en mí como yo
permanezco en ti» (Jn 15, 4a). Una vida íntegra presupone un camino de auto
aceptación y de reconciliación con nuestras historias personales y heredadas.
Jesús les dijo a sus discípulos:«permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). Él permanece en el amor del Padre (Jn 15, 10) y no desea nada más que compartir
ese amor con nosotros: «A vosotros os llamo amigos, porque os he dado a
conocer todo lo que oí a mi Padre» (Jn 15, 15b). Al permanecer injertados
en la vid, que es Jesús mismo, el Padre se convierte en nuestro viñador, que
nos poda para hacernos crecer. Esto describe lo que sucede en la oración. El
Padre es el centro de nuestras vidas y nos centra. Él nos poda y nos hace seres
humanos completos y plenos para dar gloria a Dios.
Permanecer en Cristo es una actitud interna que arraiga en nosotros con el
paso del tiempo. Necesita espacio para crecer, y a veces está amenazada por
las necesidades inmediatas, las distracciones, el ruido, la actividad y los desafíos de la vida. Geneviève Micheli, que más tarde se convertiría en la Madre Geneviève, primera superiora de la comunidad, escribió en 1938, período
convulso para Europa, estas líneas que gozan aún de actualidad:
Vivimos en una época tan alarmante como grandiosa, un tiempo amenazador
en el que nada preserva el alma, en el que los rápidos éxitos alcanzados por
los hombres parecen dejar a un lado a los seres humanos… Creo que nuestra
civilización morirá en esta locura colectiva de ruido y prisas, en la que nadie
puede pensar… Nosotros, los cristianos, que valoramos el sentido profundo
de la vida espiritual, tenemos una inmensa responsabilidad, y hemos de tomar
conciencia de que la unión y la ayuda mutua son fuente de serenidad, y crean
refugios de paz, lugares existenciales en los que el silencio invoca a la Palabra
creadora de Dios. Es una cuestión de vida o muerte.
De permanecer en Cristo a dar frutos
«La gloria de mi Padre se manifiesta en que produzcáis fruto en abundancia»
(Jn 15, 8). No podemos dar frutos por nuestra cuenta. No podemos dar frutos
separados de la vid. Lo que produce frutos es la savia, la vida de Jesús que fluye en nosotros. Permanecer en el amor de Jesús, seguir siendo un sarmiento
de la vid, es lo que permite que su vida fluya en nosotros.
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Cuando escuchamos a Jesús, su vida fluye en nosotros. Jesús nos invita a
dejar que su palabra permanezca en nosotros (Jn 15, 7) y luego todo lo que le
pidamos nos lo concederá. En su palabra damos fruto. Como personas, como
comunidad, como Iglesia, deseamos unirnos a Cristo para perseverar en su
mandamiento de amarnos unos a otros como él nos ha amado (Jn 15, 12).
Permaneciendo en Cristo, la fuente de todo amor, el fruto de la
comunión crece
La comunión con Cristo exige la comunión con los demás. Doroteo de Gaza,
un monje de la Palestina del siglo VI, lo expresaba de la siguiente manera:
Suponed un círculo trazado sobre la tierra, es decir, una línea redonda dibujada con un compás en torno a un centro. Imaginaos que el círculo es el mundo,
el centro Dios, y los radios los diferentes caminos o maneras de vivir que tienen los hombres. En la medida en que los santos, deseando acercarse a Dios,
caminan hacia el centro del círculo, y van penetrando en su interior, entonces
se van acercando también los unos a los otros. Y en la medida en que se van
acercando unos a otros, se acercan simultáneamente a Dios. Y comprenderéis
que lo mismo ocurre en sentido contrario, cuando nos alejamos de Dios y nos
retiramos hacia afuera. Es obvio que cuanto más nos separamos de Dios, más
nos alejamos los unos de los otros, y que cuanto más nos separamos los unos
de los otros, más nos alejamos de Dios.
Acercarnos los unos a los otros, vivir en comunidad, a veces con personas
muy diferentes a nosotros mismos, puede ser un desafío. Las hermanas de
Grandchamp saben de este desafío y para ellas la enseñanza del Hermano
Roger de Taizé2
es muy útil: «No hay amistad sin purificación del sufrimiento.
No hay amor al prójimo sin cruz. La cruz por sí sola nos permite conocer la
profundidad insondable del amor»3
.
Las divisiones entre cristianos, que nos alejan a unos de otros, son un escándalo porque también nos alejan de Dios. Muchos cristianos, conmovidos por
esta situación, oran fervientemente a Dios por la restauración de esa unidad
por la que Jesús oró. La oración de Cristo por la unidad es una invitación
a retornar a él y a acercarnos unos a otros, regocijándonos en la riqueza de
nuestra diversidad.
2 La Comunidad de Grandchamp y la de los hermanos de Taizé en Francia están unidas en primer
lugar por la historia de sus orígenes, pero también por el hecho de que las hermanas de Grandchamp
basaron su Regla en el libro mencionado en la nota 3.
3 Hermano Roger de Taizé, Les écrits fondateurs, Dieu nous veut heureux (Taizé: Les Ateliers et Presses de
Taizé, 2011), 95.
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En la medida en que aprendemos de la vida comunitaria, nos daremos cuenta
de que los esfuerzos por la reconciliación son costosos y exigen sacrificios.
Pero nos sostiene la oración de Cristo, quien desea que seamos uno, así como
él es uno con el Padre para que el mundo crea (Jn 17, 21).
Permaneciendo en Cristo, el fruto de la solidaridad y del testimonio crece
Aunque nosotros, como cristianos, permanecemos en el amor de Cristo, también vivimos en una creación que gime mientras espera ser liberada (cf. Rom
8). Atestiguamos que en el mundo existe el mal del sufrimiento y del conflicto. A través de la solidaridad con los que sufren, permitimos que el amor
de Cristo fluya a través de nosotros. El misterio pascual da fruto en nosotros
cuando ofrecemos amor a nuestros hermanos y hermanas, y así alimentamos
la esperanza en el mundo.
La espiritualidad y la solidaridad están intrínsecamente vinculadas. Al permanecer en Cristo, recibimos la fuerza y la sabiduría para actuar en contra de
las estructuras de injusticia y opresión, para reconocernos plenamente como
hermanos y hermanas en la humanidad, y ser creadores de una nueva forma
de vida, en la que abunde el respeto y la comunión con toda la creación.
El resumen de la regla de vida que las hermanas de Grandchamp recitan juntas cada mañana comienza con estas palabras: «orar y trabajar para que Dios
reine». La oración y la vida cotidiana no son dos realidades separadas, sino
que están destinadas a permanecer unidas. Todo lo que experimentamos está
destinado a convertirse en un encuentro con Dios.
Para el octavario de la Semana de Oración por la Unidad del 2021, os
proponemos el siguiente itinerario de oración:
Día 1: Llamados por Dios: «No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os
elegí a vosotros» (Jn 15, 16a).
Día 2: Madurar internamente: «Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a
vosotros» (Jn 15, 4a).
Día 3: Formar un solo cuerpo: «Amaos los unos a los otros como yo os he
amado» (Jn 15, 12b).
Día 4: Orar unidos: «Ya no os llamaré siervos… A vosotros os llamo amigos»
(Jn 15, 15).
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Día 5: Dejarse trasformar por la Palabra: «Vosotros ya estáis limpios por la
palabra…» (cf. Jn 15, 3).
Día 6: Acoger a los demás: «Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero»
(cf. Jn 15, 16b).
Día 7: Crecer en unidad: «Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos» (Jn 15, 5a).
Día 8: Reconciliarse con toda la creación: «Para que participéis en mi alegría
y vuestra alegría sea completa» (Jn 15, 11).
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La preparación del material para la Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos 2021
Del 15 al 18 de septiembre se reunía en Grandchamp (Areuse, en el cantón de
Neuchatel, Suiza) un grupo internacional designado por el Pontificio Consejo
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias con el objetivo de preparar los
materiales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del año
2021. El Consejo Ecuménico de Iglesias había invitado a la Comunidad de
Grandchamp a elegir un tema y redactar un texto para la Semana de Oración.
Durante varios meses toda la Comunidad había trabajado en la elaboración
de un borrador, que sería el texto base para el trabajo de redacción con el
grupo internacional. Cuatro de las hermanas también trabajaron con el grupo internacional durante la reunión de septiembre. La reunión fue presidida
conjuntamente por el director de la Comisión Fe y Constitución del Consejo
Ecuménico de Iglesias, el Rvdo. Odair Pedroso Mateus y el Rvdo. Anthony
Currer del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. La Comunidad de Grandchamp es una comunidad monástica que congrega a hermanas de diferentes Iglesias y países. La Comunidad fue fundada
en la primera mitad del siglo XX, y desde sus inicios estableció estrechos
vínculos tanto con la Comunidad de Taizé como con el P. Paul Couturier,
una figura fundamental en la historia de la Semana de Oración por la Unidad
de los Cristianos. Hoy hay alrededor de cincuenta hermanas en la comunidad
comprometidas con la búsqueda de la reconciliación entre los cristianos, entre
todos los que forman la familia humana y con toda la creación.
El tema elegido por el grupo local fue «Permaneced en mi amor y daréis fruto
en abundancia» (cf. Jn 15, 5-9). Esto ha hecho que las hermanas pudieran
compartir la experiencia y la sabiduría de la vida contemplativa, es decir, de lo
que significa permanecer en el amor de Dios y de los frutos de la oración: una
comunión más cercana con los hermanos y hermanas en Cristo y una mayor
solidaridad con toda la creación.
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Participantes en el Equipo Internacional
Sra. Anne-Noëlle Clément Unité Chrétienne
Rvdo. Peter Colwell Secretario General de las Iglesias Unidas
en Gran Bretaña e Irlanda
Rvdo. Anthony Currer Pontificio Consejo para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos
Dr. Ani Ghazaryan Drissi Secretariado del Programa Ejecutivo de Fe y
Constitución del CEI
Sra. Virag Kinga Mezei Personal interno del CEI
Dr. Hanne Lamparter Iglesia Luterana Alemana
Hna. Leticia Candelario López Verbum Dei Fraternidad Misionera (Singapur)
Rvdo. Odair Pedroso Mateus Director de Fe y Constitución
Rvdo. Padre Puglisi Hermano del Atonement, Centro Pro Unione
Rvdo. Dr. Mikie Roberts Programa Ejecutivo para la Vida Espiritual
del CEI
Dr. Clare Watkins Universidad de Roehampton
Participantes de la Comunidad de Grandchamp
Hmna. Anne-Emmanuelle Guy
Hmna. Gesine Rohrbach
Hmna. Embla Vegerfors
Hmna. Svenja Wichmann
Secretaría por el Sr. Alexander Freeman del CEI.
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Celebración ecuménica
Introducción
Esta celebración refleja el modo en que rezan las hermanas de Grandchamp.
En esta tradición monástica hay tres momentos de oración —“vigilias” o
“nocturnos” según la tradición benedictina— que se llevan a cabo durante la
noche, y se combinan con una oración de vísperas. Del mismo modo, nuestra
oración para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se compone de tres secciones, llamadas “vigilias”, que siguen el método utilizado por la
comunidad de Grandchamp.
Cada vigilia sigue el mismo esquema: lectura de la Escritura, una respuesta
cantada, un tiempo de silencio e intercesiones. Cada vigilia también tiene una
acción que refleja el tema y que se describe a continuación.
La primera vigilia se centra en la unidad de la persona en su totalidad y en nuestra permanencia en Cristo. Se invita a cada persona a hacer cinco minutos de
silencio. Estos momentos se repiten a lo largo de la celebración.
La segunda vigilia expresa el deseo de redescubrir la unidad visible de los cristianos. Anclados en el amor de Cristo, nos dirigimos a los que tenemos al lado
e intercambiamos un signo de su paz.
La tercera vigilia nos abre a la unidad de todos los pueblos, de toda la creación.
La acción que aquí se realiza está inspirada en un texto de Doroteo de Gaza
(ver introducción). Varias personas se colocan alrededor de un círculo y se
dirigen hacia el centro. Cuanto más nos acercamos a Dios -el centro- más nos
acercamos los unos a los otros.
Hay una variedad de formas en las que esta acción puede llevarse a cabo,
dependiendo del espacio del que se disponga y de las tradiciones de los participantes. Lo siguiente puede servir como guía.
— Cada persona en la congregación deberá tener una vela apagada.
— Los organizadores pueden considerar si es posible que la asamblea esté
“en un círculo” con espacios libres para facilitar esta acción.
— Una vela grande y encendida (por ejemplo, el cirio pascual utilizado por
muchas tradiciones) se coloca en el punto central del círculo.
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— Entre seis u ocho personas de diferentes tradiciones cristianas rodean el
cirio en un círculo que puede ser dibujado en el suelo, o bien puede estar
formado por la asamblea sentada en círculo.
— Cada una de estas personas eleva la vela apagada que lleva, para que todos la puedan ver.
— Durante la lectura que acompaña a la acción, cada una de las personas en
el círculo da, al mismo tiempo, pasos hacia el centro.
— Cuando llegan al centro, encienden sus velas, regresan a la asamblea y
encienden las velas de los demás participantes.
— Todos sostienen la vela encendida hasta el final. En algunos lugares, donde sea apropiado y factible, la asamblea puede dirigirse en procesión con
sus velas encendidas hacia fuera del lugar de la celebración, para llevar
esta liturgia a todo el mundo.
La letanía del comienzo puede ser leída o cantada, si es posible, por dos personas distintas. Los salmos también pueden leerse o cantarse, o reemplazarse
por un himno relacionado con el tema de la vigilia. Las respuestas durante la
oración de intercesión pueden ser leídas, cantadas o reemplazadas por otras.
Las intercesiones pueden prolongarse agregando tiempo para peticiones espontáneas.
En la adaptación que la Conferencia Episcopal Española ofrece de la celebración se sugieren cantos del Cantoral Litúrgico Nacional (CLN), aunque estos
pueden ser modificados según las costumbres locales.
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Esquema de la celebración
Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia
(cf. Jn 15, 8-9)
P: Presidente
A: Asamblea
L: Lector
Invitación a la oración
Himno de entrada
Un himno que invoca al Espíritu Santo (conforme a la tradición local)
Palabras de bienvenida
P ¡Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del
Espíritu Santo estén siempre con vosotros!
A Y con tu espíritu.
L1 Hermanos y hermanas en Cristo, este año el lema elegido para la Semana
de Oración por la Unidad de los Cristianos, por la Comunidad de Grandchamp en Suiza, es: «Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia».
L2 Es el gran deseo de Dios, expresado por Jesús: que retornemos a él y
permanezcamos en él. Él nos espera incansablemente, con la esperanza
de que, unidos a él en el amor, daremos frutos de vida para todos. No le
demos la espalda “al otro” por miedo a la diferencia, y veamos solo lo que
nos separa. Escuchemos cómo Cristo nos llama a permanecer en su amor
y dar fruto en abundancia.
L1 En los tres momentos de oración que siguen, recordaremos la llamada de
Cristo y retornaremos a su amor, poniendo de nuevo al Señor en el centro
de nuestra vida. Porque el camino de la unidad comienza en la intimidad
de nuestra relación con Dios. Permanecer en su amor fortalece nuestra
búsqueda de unidad y reconciliación con los demás. Dios abre nuestros
corazones hacia aquellos que son distintos a nosotros. Este es un fruto importante, el regalo de curar las divisiones que existen dentro de nosotros,
entre nosotros y en el mundo.
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P En paz oremos al Señor:
Señor, tú eres el viñador que nos cuida con amor.
Tú nos llamas a ver la belleza que hay en cada sarmiento unido a la vid,
y la belleza de cada persona.
Pero, a menudo, nosotros, Señor, tememos la diferencia,
nos centramos en nosotros mismos,
se desvanece nuestra confianza en ti,
y la enemistad aumenta entre nosotros.
Ven, Señor, y dirige de nuevo nuestros corazones hacia ti.
Concédenos vivir de tu perdón
para que podamos caminar unidos alabando tu nombre.
Letanía de alabanza
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos en medio de este mundo y junto con todos los pueblos de la
tierra.
L2 Te alabamos en medio de la creación y junto con todas las criaturas.
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde el sufrimiento y las lágrimas,
L2 Te alabamos desde nuestras esperanzas y éxitos.
A Tú que nos has llamado para alabarte en esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde nuestros lugares de conflictos y malentendidos.
L2 Te alabamos desde nuestros lugares de encuentro y reconciliación.
A Tú que nos has llamado para alabarte desde esta tierra: ¡Gloria a ti!
L1 Te alabamos desde nuestras desavenencias y divisiones,
L2 Te alabamos desde la vida y la muerte, y desde el nacimiento de un cielo
y una tierra nueva.
A Tú que nos has llamado para alabarte desde esta tierra: ¡Gloria a ti!
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Primera vigilia. Permanecer en Cristo: la unidad de toda la persona
Salmo 103
Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendecid todos al Señor.
Bendice, alma mía, al Señor,
no te olvides de sus favores.
Él perdona todos tus pecados,
él sana todos tus males;
él libra tu vida de la fosa,
te corona de amor y de ternura;
colma de bienes tu existencia,
y tú te rejuveneces como un águila.
El Señor imparte justicia
y derecho a los oprimidos.
Mostró sus caminos a Moisés,
a los hijos de Israel sus proezas.
El Señor es clemente y compasivo,
paciente y lleno de amor.
No estará para siempre litigando,
no estará eternamente resentido.
No nos trata según nuestros pecados,
no nos paga según nuestras culpas.
Pues como el cielo dista de la tierra
abunda su amor para con sus fieles;
como está lejos el este del oeste,
él aleja nuestras faltas de nosotros.
Como un padre quiere a sus hijos,
el Señor quiere a sus fieles.
Conoce cuál es nuestro origen,
recuerda que somos polvo.
Como hierba es la vida humana,
como la flor del campo florece;
la azota el viento y no existe,
no vuelve a saberse dónde estuvo.
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Lectura: Jn 15, 1-17
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. El Padre corta todos mis
sarmientos improductivos y poda los sarmientos que dan fruto para que produzcan todavía más. Vosotros ya estáis limpios, gracias al mensaje que os he
comunicado. Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros. Ningún
sarmiento puede producir fruto por sí mismo sin estar unido a la vid; lo mismo
os ocurrirá a vosotros si no permanecéis unidos a mí. Yo soy la vid; vosotros, los
sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce
mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. El que no permanece
unido a mí, es arrojado fuera, como se hace con el sarmiento improductivo que
se seca; luego, estos sarmientos se amontonan y son arrojados al fuego para
que ardan. Si permanecéis unidos a mí y mi mensaje permanece en vosotros,
pedid lo que queráis y lo obtendréis. La gloria de mi Padre se manifiesta en que
produzcáis fruto en abundancia y os hagáis discípulos míos. Como el Padre
me ama a mí, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor. Pero solo
permaneceréis en mi amor si cumplís mis mandamientos, lo mismo que yo
he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he
dicho esto para que participéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa. Mi
mandamiento es este: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. En adelante, ya no os llamaré siervos, porque
el siervo no está al tanto de los secretos de su amo. A vosotros os llamo amigos,
porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que os pongáis en camino y deis fruto abundante y duradero. Así,
el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Lo que yo os mando es
que os améis los unos a los otros.
Respuesta: Ubi caritas. M: J. Berthier (CLN 159)
Silencio breve (aproximadamente 1 minuto)
Intercesión
L Dios de amor, tú que a través de Cristo nos dijiste: «No me elegisteis
vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros». Tú que nos buscas, y nos
invitas a recibir tu amistad y a permanecer en ella. Enséñanos a dar una
respuesta más profunda a esta invitación para crecer en una vida cada vez
más plena.
A La alegría de nuestro corazón está en Dios.
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L Dios de vida, tú que nos llamas a alabarte desde la realidad de nuestro
mundo y a reconocernos unos a otros como un regalo de tu gracia. Haz
que tu amorosa mirada, que reposa sobre cada uno de nosotros, abra
nuestro corazón para aceptarnos unos a otros tal como somos.
A La alegría de nuestro corazón está en Dios.
L Dios que congregas, tú nos mantienes unidos como una sola vid en tu
Hijo Jesús. Haz que su Espíritu de amor permanezca en nosotros en nuestras encuentros parroquiales y reuniones ecuménicas. Concédenos que
podamos celebrar gozosos tu presencia entre nosotros.
A La alegría de nuestro corazón está en Dios.
L Dios del único viñedo, tú que nos llamas a permanecer en tu amor en todo
lo que decimos y hacemos. Acariciados por tu bondad, concédenos que
seamos reflejo de tu amor en nuestros hogares y lugares de trabajo. Haz
que podamos tender puentes que superen nuestras tensiones y discordias.
A La alegría de nuestro corazón está en Dios.
Acción: Tiempo de silencio
L Con frecuencia pensamos que la oración es algo nuestro, una acción que
nosotros llevamos a cabo. Vamos a dejar ahora un tiempo para hacer silencio interior, apartarnos del ruido y de las preocupaciones de nuestra
vida, y dejar a un lado nuestros pensamientos. En este silencio de la oración es Dios quien actúa y no nosotros. Simplemente permanece en el
amor de Dios, deja que tu alma descanse en él.
Silencio (aproximadamente 5 minutos)
Himno: Oh, Luz gozosa. T: M.P. de la Figueroa; M: L. Deiss (CLN 760)
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Segunda vigilia. La unidad visible de los cristianos
Salmo 85
Señor, has sido misericordioso con tu tierra,
has cambiado la suerte de Jacob;
has perdonado la falta de tu pueblo,
has ocultado todos sus pecados;
has contenido toda tu furia,
has calmado el ardor de tu ira.
Dios, salvador nuestro, renuévanos,
¡aparta tu cólera de nosotros!
¿Seguirás siempre enfadado?
¿Durará tu ira por generaciones?
¿No volverás a darnos la vida
para que tu pueblo en ti se goce?
Señor, muéstranos tu amor,
danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que Dios dice:
el Señor habla de paz
a su pueblo y a sus fieles,
¡que no vuelvan a ser necios!
Su salvación está cerca de quien lo venera,
la gloria va a morar en nuestra tierra.
El amor y la verdad se han encontrado,
la justicia y la paz se abrazan.
La verdad brota de la tierra,
la justicia surge del cielo.
El Señor traerá prosperidad
y nuestra tierra dará su cosecha.
La justicia caminará ante él,
sus pasos trazarán el camino.
Lectura: 1 Cor 1, 10-13a
Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor
Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique
división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto,
hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones
entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo
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pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno,
¿es que Cristo está dividido?
Respuesta:Un solo Señor. T: M.P. de la Figueroa; M: L. Deiss (CLN 708)
Silencio breve (aproximadamente 1 minuto)
Intercesión
L Espíritu Santo, tú creas y recreas a la Iglesia sobre la faz de la tierra. Ven
y susurra en nuestros corazones la plegaria que Jesús dirigió al Padre en
la víspera de su pasión: “que todos sean uno… para que el mundo crea”.
A Kyrie eleison (Señor, ten piedad)
L Señor Jesús, Príncipe de Paz, enciende el fuego de tu amor en nosotros
para que cesen en la Iglesia la desconfianza, el desprecio y los malentendidos. Haz que caigan los muros que nos separan.
A Kyrie eleison (Señor, ten piedad)
L Espíritu Santo, Consuelo de todos, abre nuestros corazones al perdón y
a la reconciliación y traenos de regreso de nuestros caminos extraviados.
A Kyrie eleison (Señor, ten piedad)
L Señor Jesús, manso y humilde de corazón, danos pobreza de espíritu para
que nos dejemos sorprender por lo inesperado de tu gracia.
A Kyrie eleison (Señor, ten piedad)
L Espíritu Santo, que nunca abandonas a los hombres, mujeres y niños que
son perseguidos por ser fieles al Evangelio. Dales fuerza y valor, y sostén
a quienes les ayudan.
A Kyrie eleison (Señor, ten piedad)
Acción: compartir un signo de paz
L El Señor nos llama a vivir unidos. Nos da su paz y nos invita a compartirla. Intercambiemos un signo de su paz entre nosotros.
Todos se dirigen a quienes están cerca y les ofrecen un signo de paz, de acuerdo con la
costrumbre local.
Himno: Oh, Luz gozosa. T: M.P. de la Figueroa; M: L. Deiss (CLN 760)
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Tercera vigilia. La unidad de todos los pueblos y de toda la creación
Salmo 96
Cantad al Señor un cántico nuevo,
que cante al Señor la tierra entera;
cantad al Señor, bendecid su nombre;
pregonad su salvación día tras día.
Pregonad su gloria entre las naciones,
sus prodigios entre todos los pueblos.
Porque es grande el Señor,
es digno de alabanza,
más admirable que todos los dioses.
Todos los dioses paganos son nada,
pero el Señor ha hecho los cielos.
Gloria y esplendor hay ante él,
majestad y poder en su santuario.
Rendid al Señor, familias de los pueblos,
rendid al Señor gloria y poder;
reconoced que es glorioso su nombre,
traedle ofrendas y entrad en su presencia;
adorad al Señor en su hermoso Templo,
que tiemble ante él la tierra entera.
Decid a las naciones: “El Señor es rey”.
El universo está seguro, no se derrumbará.
Él juzgará con rectitud a los pueblos.
Que se alegre el cielo y se goce la tierra,
que retumbe el mar y cuanto lo llena;
que el campo entero se llene de gozo,
que griten de júbilo los árboles del bosque,
delante del Señor que viene
dispuesto a gobernar la tierra.
Él juzgará al universo con justicia
y a los pueblos con su fidelidad.
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Lectura: Apocalipsis 7, 9-12
Vi luego una muchedumbre inmensa, incontable. Gentes de toda nación,
raza, pueblo y lengua; todos de pie delante del trono y del Cordero; todos vestidos con túnica blanca, llevando palmas en la mano y proclamando con voz
poderosa: La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y
del Cordero.
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los
cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a
Dios, diciendo:
A nuestro Dios la alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el
honor, el poder y la fuerza por siempre. Amén.
Respuesta: Yo creo en ti, Señor. T: Vaquero; M: L. Masson (CLN 738)
Homilía opcional
Silencio breve (aproximadamente 1 minuto)
Intercesión
L Dios de vida, tú has creado a cada ser humano a tu imagen y semejanza.
Te alabamos por el regalo de nuestras diferentes culturas, expresiones de
fe, tradiciones y etnias. Concédenos el coraje de manifestarnos en contra
de la injusticia y el odio entre las razas, las clases, el género, la religión y
el miedo a los que no son como nosotros.
A Dios de la paz, Dios del amor, ¡en ti está nuestra esperanza!
L Dios misericordioso, tú que en Cristo nos has mostrado que somos uno en
ti. Enséñanos a usar este don en el mundo, para que, en todos los países,
los creyentes de todas las religiones puedan ser escuchados y vivan en paz.
A Dios de la paz, Dios del amor, ¡en ti está nuestra esperanza!
L Oh, Jesús, tú que viniste al mundo y te hiciste uno como nosotros. Tú
conoces las dificultades de la vida de las personas que sufren por diferentes motivos. Haz que el Espíritu de compasión nos impulse a compartir
nuestro tiempo, nuestra vida y nuestros bienes con los más necesitados.
A Dios de la paz, Dios del amor, ¡en ti está nuestra esperanza!
28
L Espíritu Santo, tú que escuchas el clamor de tu creación herida y los gritos
de aquellos que sufren por el cambio climático. Guíanos hacia nuevos
estilos de vida. Haz que podamos aprender a vivir en armonía como parte
de tu creación.
A Dios de la paz, Dios del amor, ¡en ti está nuestra esperanza!
Acción: Caminar hacia el centro… y hacia el mundo
(Inspirada en un texto de Doroteo de Gaza)
L Estamos llamados a ser ministros del amor salvífico y reconciliador de
Dios. Esta obra solo puede ser fructífera cuando permanecemos en Dios,
como sarmientos de la vid verdadera que es Jesucristo. A medida que nos
acercamos a Dios, nos acercamos el uno al otro.
Imaginemos un círculo dibujado en el suelo, que representa el mundo.
Las personas designadas se ponen de pie y forman un círculo alrededor de una vela
central.
L El centro representa a Dios, y los caminos que conducen hacia el centro
representan la diversidad de formas en las que cada uno vive. Cuando las
personas que habitan este mundo desean acercarse a Dios, caminan hacia
el centro del círculo …
Las personas designadas dan varios pasos hacia el centro.
L … en la medida en que nos acercamos al centro, a Dios, nos acercamos
los unos a los otros. Y cuanto más nos acercamos los unos a los otros…
Las personas designadas se colocan cerca del centro.
L … tanto más nos acercamos a Dios.
Cuando los portadores de velas alcanzan el centro, cada uno enciende su vela y mientras
permanecen juntos en el centro, se guarda un tiempo de oración en silencio.
Silencio breve (aproximadamente un minuto)
29
La Oración del Señor
P Oremos juntos con las palabras que Jesús nos enseñó:
A Padre nuestro …
Himno: Oh, Luz gozosa. T: M.P. de la Figueroa; M: L. Deiss (CLN 760)
Durante el canto, los que portan las velas regresan y comparten con la asamblea la luz
que han recibido.
L La espiritualidad y la solidaridad están inseparablemente unidas. La oración y la acción van juntas. Cuando permanecemos en Cristo, recibimos
el Espíritu de fortaleza y sabiduría para actuar contra toda injusticia y
opresión. Por eso decimos juntos:
A Ora y trabaja para que Dios reine.
Que durante toda la jornada
la Palabra de Dios vivifique tu trabajo y tu descanso.
Mantén en todo el silencio interior
para que puedas habitar en Cristo.
Deja que el espíritu de las Bienaventuranzas colme tu vida:
alegría, sencillez, misericordia.
Estas palabras son recitadas diariamente por la Comunidad de las Hermanas de
Grandchamp.
Bendición
P ¡Sed uno, para que el mundo crea! Permaneced en su amor, id al mundo y
llevad los frutos de este amor.
C Que el Dios de la esperanza nos llene de alegría y paz en la fe, para que
por el poder del Espíritu Santo podamos abundar en esperanza. En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Himno final (a elegir localmente)
30
Material suplementario
1. Primera vigilia. Respuesta a Juan 15, 1-17: Ubi caritas


U- bi cá- ri- tas et a
Lento


mor, u- bi cá-ri- tas, De-us i-bi est.
2 & 4 b

UBI CÁRITAS
M: J. Berthier
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2. Al final de cada vigilia: Oh, Luz gozosa
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¡Oh luz go- zo — sa de la san-ta glo- ria del
$ Antífona
Pa- dre ce- les- te, in- mor- tal!
¡San- to y fe- liz Je — su- cris- to!
¡San- to y fe — liz Je- su- cris- to!
¡San- to y fe- liz Je- su- cris- to!
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OH LUZ GOZOSA
T: M. P. de la Figuera; M: L. Deiss
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A voces iguales

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32
1. Al lle-gar el o- ca -so del sol, con-tem-plan -do la
luz de la tar- de, can- ta- mos al
Pa- dre y_al Hi- jo y_al Es- pí- ri- tu de Dios.
$
2. Tú e-res dig- no de ser a -la- ba-do siem-pre por
san-tas vo- ces. Hi- jo de Dios, que nos dis-te la
vi- da, el mun-do_en-te -ro te glo-ri- fi- ca.
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Estrofas
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3. Segunda vigilia. Respuesta a 1 Cor 1, 10-13; 3,21.23: Un solo Señor
¡Un so- lo Se- ñor, u- na so- la fe, un
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so-lo bau-tis- mo, un so-lo Dios y Pa- dre!
1. Lla- ma-dos a guar-dar la_u-ni- dad del Es-pí- ri- tu
porel vín-cu-lo de la paz, can-ta-mos y pro-cla-ma-mos:
$
2. Lla-ma-dos a for-mar un so-lo cuer-po en un mis-moEspí-ri- tu, can- ta-mos y pro-cla-ma- mos:
$
3. Lla- ma-dos a com-par-tir u- na mis-ma es- peran-za en Cris-to, can- ta-mos y pro-cla-ma- mos:
$
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UN SOLO SEÑOR
T: M. P. de la Figuera; M: L. Deiss
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4. Tercera vigilia. Respuesta a Ap 7, 9-12: Yo creo en ti, Señor
1. Yo cre-o_en ti, Se- ñor, Dios de bon- dad:
Me guí- as con tu luz en mi ca- mi- nar;
te_o- cul-tas en mi ser, me lla-mas con a- mor;
sen- tir-te pue-do_en mí y_es-cu-char tu voz.
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YO CREO EN TI, SEÑOR
T: T. Vaquero; M: L. Masson
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35
Reflexiones bíblicas y oraciones para el octavario
Día 1: Llamados por Dios
«No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros»
(Juan 15, 16a)
Génesis 12, 1-4. La llamada de Abrahán
El Señor dijo a Abrahán: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y dirígete
a la tierra que yo te mostraré. Te convertiré en una gran nación, te bendeciré
y haré famoso tu nombre, y servirás de bendición para otros. Bendeciré a los
que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. ¡En ti serán benditas todas
las familias de la tierra!». Abrahán partió, como le había ordenado el Señor, y
con él marchó también Lot. Tenía Abrahán setenta y cinco años cuando salió
de Jarán.
Juan 1, 35-51. La llamada de los primeros discípulos
Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos y, al ver
a Jesús que pasaba por allí, dijo: «Ahí tenéis al Cordero de Dios». Los dos
discípulos, que se lo oyeron decir, fueron en pos de Jesús, quien al ver que lo
seguían, les preguntó: «¿Qué buscáis?». Ellos contestaron: «Rabí (que significa “Maestro”), ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid a verlo». Se fueron,
pues, con él, vieron dónde vivía y pasaron con él el resto de aquel día. Eran
como las cuatro de la tarde. Uno de los dos que habían escuchado a Juan y
habían seguido a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Lo primero
que hizo Andrés fue ir en busca de su hermano Simón para decirle: «Hemos
hallado al Mesías (palabra que quiere decir Cristo)». Y se lo presentó a Jesús,
quien, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; en adelante te llamarás Cefas (es decir, Pedro)».
Al día siguiente, Jesús decidió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo:
«Sígueme». Felipe, que era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro, se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en el Libro de la Ley y del que hablaron también los profetas: Jesús, hijo
de José y natural de Nazaret”. Natanael exclamó: «¿Es que puede salir algo
bueno de Nazaret?”. Felipe le contestó: «Ven y verás». Al ver Jesús que Natanael venía a su encuentro, comentó: «Ahí tenéis a un verdadero israelita en
quien no cabe falsedad». Natanael le preguntó: «¿De qué me conoces?». Jesús
respondió: «Antes que Felipe te llamara, ya te había visto yo cuando estabas
debajo de la higuera». Natanael exclamó: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú
36
eres el rey de Israel». Jesús le dijo: «¿Te basta para creer el haberte dicho que
te vi debajo de la higuera? ¡Cosas mucho más grandes has de ver!». Y añadió:
«Os aseguro que veréis cómo se abren los cielos y los ángeles de Dios suben y
bajan sobre el Hijo del hombre».
Meditación
El comienzo de este itinerario es un encuentro entre el ser humano y Dios,
entre la criatura y el Creador, entre el tiempo y la eternidad.
Abrahán escuchó la llamada: «Ve a la tierra que te mostraré». Al igual que
Abrahán, estamos llamados a dejar lo que nos es familiar e ir al lugar que Dios
nos ha preparado en lo más profundo de nuestro corazón. En el camino, nos
transformamos más y más en nosotros mismos, en las personas que Dios ha deseado que seamos desde el principio. Y al seguir la llamada que Dios nos hace
nos convertimos en una bendición para nuestros seres queridos, para aquellos
que están a nuestro lado y para nuestro mundo.
El amor de Dios nos busca. Dios se hizo humano en Jesús, en quien encontramos la mirada de Dios. En nuestras vidas, como en el Evangelio de Juan,
la llamada de Dios se escucha de diferentes formas. Acariciados por su amor
nos ponemos en marcha. Y este encuentro nos lleva por sendas de transformación, en las que avanzamos bajo el resplandor de ese comienzo de amor
que siempre se renueva.
Un día llegaste a comprender que, sin darte cuenta de ello, ya estaba inscrito
en lo más profundo de tu ser un “sí” al Señor. Y fue así como te decidiste a seguir los pasos de Cristo… En el silencio de la presencia del Señor, escuchaste:
«Ven, sígueme; te daré un lugar para el descanso de tu corazón».
Las fuentes de Taizé (2000) p. 52.
Oración
Jesucristo, tú nos buscas, deseas ofrecernos tu amistad
y llevarnos a una vida cada vez más plena.
Danos la confianza para responder a tu llamada,
para que nos dejemos transformar
y nos convirtamos en testigos de tu ternura para el mundo.
37
Día 2: Madurar internamente
«Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)
Efesios 3, 14-21. Que Cristo habite en nuestros corazones
Por todo lo cual me pongo de rodillas ante el Padre, origen de toda paternidad
tanto en el cielo como en la tierra, y le pido que, conforme a la riqueza de su
gloria, su Espíritu os llene de fuerza y energía hasta lo más íntimo de vuestro
ser. Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida y que el
amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión
con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor
de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios. A Dios que, desplegando su poder sobre nosotros, es
capaz de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de cuanto pensamos o pedimos, a él la gloria en Cristo y en la Iglesia, de edad en edad y por
generaciones sin término. Amén.
Lucas 2, 41-52. María guardaba todas estas cosas en su corazón
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la
Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como
tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso.
Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran.
Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí.
Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de
los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban
asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron
atónitos al verlo; y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu
padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote. Jesús les contestó:
—¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos
de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les decía. Después el niño
regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre,
guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la
edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.
38
Meditación
El encuentro con Jesús da lugar al deseo de estar en él y permanecer en él: es
el tiempo en el que el fruto madura.
Siendo como nosotros, plenamente humano, Jesús creció y maduró. Vivió
una vida simple, arraigada en las prácticas de su fe judía. En esta vida oculta
en Nazaret, donde aparentemente no sucede nada extraordinario, era el Padre
quien lo alimentaba.
María contempló las acciones de Dios en su vida y en la de su hijo. Ella atesoraba todas estas cosas en su corazón. Así, poco a poco, ella abrazó el misterio
de Jesús.
También nosotros necesitamos un largo período de maduración, toda una
vida, para sumergirnos en la profundidad del amor de Cristo, para dejar que él
permanezca en nosotros y para que nosotros podamos permanecer en él. Sin
que sepamos cómo, el Espíritu hace que Cristo habite en nuestros corazones.
Y es a través de la oración, de la escucha de la Palabra, del compartir con
otros y poner en práctica lo que hemos entendido, cómo nuestra interioridad
se fortalece.
Si dejamos que Cristo descienda a las profundidades de nuestro ser… Él penetrará en la mente y en el corazón, alcanzará nuestra carne hasta nuestro ser más
íntimo, hasta que nosotros experimentemos algún día las profundidades de la
misericordia.
Las fuentes de Taizé (2000) p.134
Oración
Espíritu Santo,
haz que recibamos en nuestros corazones la presencia de Cristo,
y apreciarlo como un secreto de amor.
Alimenta nuestra oración,
ilumina nuestra lectura de las Escrituras,
actúa en nosotros
para que los frutos de tus dones
puedan pacientemente crecer en nosotros.
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Día 3: Formar un solo cuerpo
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»
(Juan 15, 12b)
Colosenses 3, 12-17. Vístete de compasión
Sois elegidos de Dios; él os ha consagrado y os ha otorgado su amor. Sed,
pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos. Soportaos mutuamente y, así como el Señor os perdonó, perdonaos
también vosotros, cuando alguno tenga quejas contra otro. Y, por encima de
todo, practicad el amor que todo lo vuelve perfecto. Que la paz de Cristo reine en vuestras vidas; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo.
Y sed agradecidos. Que el mensaje de Cristo os llene con toda su riqueza y
sabiduría para que seáis maestros y consejeros los unos de los otros, cantando
a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas con un corazón profundamente
agradecido. En fin, cuanto hagáis o digáis, hacedlo todo en nombre de Jesús,
el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Juan 13, 1-15; 34-35. Amaos los unos a los otros
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de
dejar este mundo para ir al Padre y habiendo amado a los suyos que estaban
en el mundo, llevó su amor hasta el fin.
Se habían puesto a cenar y el diablo había metido ya en la cabeza de Judas
Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Con plena conciencia
de haber venido de Dios y de que ahora volvía a él, y perfecto conocedor de
la plena autoridad que el Padre le había dado, Jesús interrumpió la cena, se
quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua
en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos
con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando le llegó la vez a Simón Pedro,
este le dijo: «Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí?». Jesús le contestó: «Lo
que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora; llegará el tiempo en
que lo entiendas». Pedro insistió: «Jamás permitiré que me laves los pies».
Jesús le respondió: «Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote
entre los míos». Le dijo entonces Simón Pedro: «Señor, no solo los pies;
lávame también las manos y la cabeza». Pero Jesús le replicó: «El que se ha
bañado y está completamente limpio, solo necesita lavarse los pies. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso añadió: «No todos estáis limpios». Una vez que terminó de
lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y les
preguntó: «¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me
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llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues
bien, si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, lo mismo debéis
hacer vosotros unos con otros. Os he dado ejemplo para que os portéis como
yo me he portado con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: Amaos unos a otros; como yo os he amado,
así también amaos los unos a los otros. Vuestro amor mutuo será el distintivo
por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos».
Meditación
En la víspera de su muerte, Jesús se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos. Sabía la dificultad de vivir juntos y la importancia del perdón y del
servicio mutuo. «A menos que te lave», le dijo a Pedro, «no tienes nada que
compartir conmigo».
Pedro aceptó que Jesús se pusiera a sus pies; fue lavado y tocado por la humildad y ternura de Cristo. Más tarde seguiría el ejemplo de Jesús y serviría a la
comunidad de los fieles de la Iglesia primitiva.
Jesús desea que la vida y el amor fluyan a través de nosotros como la savia
a través de la vid, para que las comunidades cristianas sean un solo cuerpo.
Pero tanto hoy, como en el pasado, no es fácil vivir juntos. A menudo nos
enfrentamos a nuestras propias limitaciones. A veces no amamos lo suficiente
a quienes están cerca de nosotros en la comunidad, la parroquia o la familia.
Hay momentos en los que nuestras relaciones se rompen por completo.
Cristo nos llama a revestirnos de compasión, y nos ofrece siempre nuevas
oportunidades de comenzar. Tomar conciencia de que somos amados por
Dios nos mueve a aceptarnos mutuamente con nuestras virtudes y defectos.
Es entonces cuando reconocemos la presencia de Cristo en medio de nuestras
vidas.
Desde tu pequeñez, ¿eres artífice de reconciliación en la comunión del amor,
que es el Cuerpo de Cristo, su Iglesia? ¡Alégrate! Estás sostenido por la comunidad. Ya no estás solo, en todas las cosas avanzas junto con tus hermanos y
hermanas. Con ellos, estás llamado a vivir la parábola de la comunidad.
Las fuentes de Taizé (2000), pp. 48-49
41
Oración
Dios, Padre nuestro,
Tú nos revelas tu amor en Cristo y en nuestros hermanos y hermanas.
Abre nuestros corazones para que podamos aceptarnos
con nuestras diferencias y vivir reconciliados.
Concédenos vivir unidos en un solo cuerpo,
para que se manifieste el regalo de nuestra propia persona.
Que juntos seamos un reflejo de Cristo vivo.
Día 4: Orar unidos
«Ya no os llamaré siervos… A vosotros os llamo amigos»
(Juan 15, 15)
Romanos 8, 26-27. El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad
Asimismo, a pesar de que somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda;
aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa.
Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuál es el sentir de ese
Espíritu que intercede por los creyentes de acuerdo con su divina voluntad.
Lucas 11, 1-4. Señor, enséñanos a orar
Una vez estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó de orar, uno de
los discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, al igual que Juan enseñaba a
sus discípulos». Jesús les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu
nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos
nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen
mal. Y no permitas que nos apartemos de ti».
Meditación
Dios ansía relacionarse con nosotros. Nos busca como buscaba a Adán, llamándolo en el jardín: «¿Dónde estás?» (Gén 3, 9)
En Cristo, Dios vino a nuestro encuentro. Jesús vivió en oración, íntimamente unido a su Padre, mientras establecía relaciones de amistad con sus
discípulos y con todos lo que encontraba. Les dio a conocer lo que era más
preciado para él: la relación de amor con su Padre, que es también nuestro
42
Padre. Jesús y los discípulos, arraigados en la riqueza de su tradición judía,
cantaron salmos juntos. En otras ocasiones, Jesús se retiraba para orar en
soledad.
La oración puede ser individual o compartida con otros. Puede expresar
asombro, queja, intercesión, acción de gracias o simple silencio. A veces el
deseo de rezar está ahí, pero se tiene la sensación de no poder hacerlo. Dirigirse a Jesús y decirle «enséñame» puede allanar el camino. Nuestro mismo
deseo, es ya oración.
Reunirse en un grupo nos ofrece apoyo. A través de himnos, palabras y silencio, se crea comunión. Si rezamos con cristianos de otras tradiciones, nos sorprenderá sentirnos unidos por un vínculo de amistad que proviene de aquel
que está más allá de toda división. Las formas pueden variar, pero es el mismo
Espíritu quien nos une.
En lo cotidiano de nuestra oración común, el amor de Jesús brota dentro de
nosotros, no sabemos cómo. La oración común no nos exime de la oración
personal. La una sostiene a la otra. Dediquemos un tiempo cada día para renovar nuestra intimidad personal con Jesucristo.
La regla de Taizé en francés e inglés
(Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano, Gran Bretaña), pp. 19 y 21
Oración
Señor Jesús,
toda tu vida fue oración,
perfecta armonía con el Padre.
A través de tu Espíritu,
enséñanos a orar según tu voluntad de amor.
Que los fieles del mundo entero
se unan en intercesión y alabanza.
y que venga tu reino de amor.
43
Día 5: Dejarse trasformar por la Palabra
«Vosotros ya estáis limpios por la palabra…»
(Cf. Juan 15, 3)
Deuteronomio 30, 11-20. La palabra de Dios está muy cerca de ti
Este mandamiento que yo te prescribo hoy no es superior a tus fuerzas ni está
fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que preguntes: «¿Quién puede subir
al cielo por nosotros para que nos lo traiga, nos lo dé a conocer y lo pongamos
en práctica?». Tampoco está más allá de los mares, para que preguntes: «¿Quién
cruzará por nosotros hasta el otro lado de los mares, para que nos lo traiga, nos
lo dé a conocer y lo pongamos en práctica?». La palabra está muy cerca de ti,
la tienes en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirla. Hoy te propongo que escojas entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Si cumples
los mandamientos del Señor tu Dios, que yo te prescribo hoy, amando al Señor
tu Dios, siguiendo sus caminos y poniendo en práctica sus estatutos, normas y
preceptos, vivirás, crecerás y te bendecirá en la tierra que vas a entrar para tomar
posesión de ella. Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, si te dejas seducir y
te postras ante otros dioses y les rindes culto, te anuncio hoy que serás destruido
sin remedio, y no vivirás mucho tiempo en la tierra a la que vas a entrar para
tomar posesión de ella después de cruzar el Jordán.
Pongo hoy como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te he dado a
elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige la
vida y viviréis tú y tu descendencia. Ama al Señor tu Dios, obedécele y sé fiel
a él; en ello te va la vida, y el Señor te concederá muchos años de vida para
habitar en la tierra que él te había prometido según juró a tus antepasados, a
Abrahán, Isaac y Jacob.
Mateo 5, 1-12. Bienaventurado
Cuando Jesús vio todo aquel gentío, subió al monte y se sentó. Se le acercaron sus discípulos, y él se puso a enseñarles, diciendo: «Felices los de espíritu
sencillo, porque suyo es el reino de los cielos. Felices los que están tristes,
porque Dios mismo los consolará. Felices los humildes, porque Dios les dará
en herencia la tierra. Felices los que desean de todo corazón que se cumpla
la voluntad de Dios, porque Dios atenderá su deseo. Felices los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos. Felices los que tienen limpia la
conciencia, porque ellos verán a Dios. Felices los que trabajan en favor de la
paz, porque Dios los llamará hijos suyos. Felices los que sufren persecución
por cumplir la voluntad de Dios, porque suyo es el reino de los cielos. Felices vosotros cuando os insulten y os persigan, y cuando digan falsamente de
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vosotros toda clase de infamias por ser mis discípulos. ¡Alegraos y estad contentos, porque en el cielo tenéis una gran recompensa! ¡Así también fueron
perseguidos los profetas que vivieron antes que vosotros!».
Meditación
La Palabra de Dios está muy cerca de nosotros. Es una bendición y una promesa de felicidad. Si abrimos nuestros corazones, Dios nos habla y pacientemente transforma lo que se está muriendo en nosotros. Elimina lo que impide
el crecimiento de la vida real, así como el viñador poda la vid.
Meditar regularmente un texto bíblico, solo o en grupo, cambia nuestra perspectiva. Muchos cristianos rezan las Bienaventuranzas todos los días. Las
Bienaventuranzas nos revelan una felicidad que está oculta en aquello que
aún no se ha cumplido, una felicidad que permanece a pesar del sufrimiento: bienaventurados aquellos que, tocados por el Espíritu, ya no retienen sus
lágrimas, sino que las dejan fluir y así reciben consuelo. A medida que descubren la fuente oculta dentro de su paisaje interior, crece en ellos el hambre de
justicia y la sed de comprometerse con otros por un mundo de paz.
Estamos llamados constantemente a renovar nuestro compromiso con la vida
a través de nuestros pensamientos y acciones. Hay momentos en los que ya disfrutamos, aquí y ahora, de la bendición que se cumplirá al final de los tiempos.
Ora y trabaja para que Dios reine.
Que durante toda la jornada
la Palabra de Dios vivifique tu trabajo y tu descanso.
Mantén en todo el silencio interior
para que puedas habitar en Cristo.
Deja que el espíritu de las Bienaventuranzas colme tu vida:
alegría, sencillez, misericordia.
Estas palabras son recitadas diariamente
por la Comunidad de las Hermanas de Grandchamp
Oración
Bendito seas, Dios Padre nuestro,
por el don de tu palabra en la Sagrada Escritura.
Bendito seas por su poder transformador.
Ayúdanos a elegir la vida y guíanos con tu Espíritu,
para que podamos experimentar la felicidad
que tanto deseas compartir con nosotros.
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Día 6: Acoger a los demás
«Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero»
(Cf. Juan 15, 16b)
Génesis 18, 1-5. Abrahán recibe a los ángeles en el Roble de Mamre
Apretaba el calor y estaba Abrahán sentado a la entrada de su tienda, cuando
se le apareció el Señor en el encinar de Mambré. Al alzar la vista vio a tres
hombres de pie frente a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la tienda y, postrándose en tierra, dijo: «Señor mío, será para mí un
honor que aceptes la hospitalidad que este siervo tuyo te ofrece. Que os traigan un poco de agua para lavar vuestros pies, y luego podréis descansar bajo
el árbol. Ya que me habéis honrado con vuestra visita, permitidme que vaya
a buscar algo de comer para que repongáis fuerzas antes de seguir vuestro
camino». Ellos respondieron: «Bien, haz lo que dices».
Marcos 6, 30-44. La compasión de Jesús por las multitudes
Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le comunicaron todo lo que
habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: «Venid aparte conmigo. Vamos a
descansar un poco en algún lugar solitario». Porque eran tantos los que iban
y venían que no les quedaba ni tiempo para comer. Así que subieron a una
barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado. Muchos vieron alejarse
a Jesús y a los apóstoles y, al advertirlo, vinieron corriendo a pie por la orilla,
procedentes de todos aquellos pueblos, y se les adelantaron. Al desembarcar
Jesús y ver a toda aquella gente, se compadeció de ellos porque parecían ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se iba haciendo tarde, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Se está haciendo tarde y
este es un lugar despoblado. Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas
de alrededor a comprarse algo para comer». Jesús les contestó: «Dadles de comer vosotros mismos». Ellos replicaron: «¿Cómo vamos a comprar nosotros
la cantidad de pan que se necesita para darles de comer?». Jesús les dijo: «Mirad a ver cuántos panes tenéis». Después de comprobarlo, le dijeron: «Cinco
panes y dos peces». Jesús mandó que todos se recostaran por grupos sobre la
hierba verde. Y formaron grupos de cien y de cincuenta. Luego él tomó los
cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió
los panes y se los fue dando a sus discípulos para que ellos los distribuyeran
entre la gente. Lo mismo hizo con los peces. Todos comieron hasta quedar satisfechos; aun así se recogieron doce cestos llenos de trozos sobrantes de pan
y de pescado. Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.
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Meditación
Cuando nos dejamos transformar por Cristo, su amor crece y da fruto en
nosotros. Acoger al otro es una forma concreta de compartir el amor que está
dentro de nosotros.
A lo largo de su vida, Jesús acogió a todos los que encontró. Los escuchó y se
dejó tocar por ellos sin tener miedo de su sufrimiento.
En el relato de la multiplicación de los panes, Jesús se conmueve y siente
compasión después de ver a la multitud hambrienta. Él sabe que toda la humanidad necesita ser alimentada, y que solo él puede satisfacer realmente el
hambre de pan y la sed de vida.
Pero no desea hacer esto sin sus discípulos, sin contar con ese poco que ellos
podían ofrecer: cinco panes y dos peces.
Incluso hoy nos llama a ser colaboradores suyos en su incondicional preocupación por los demás. A veces, algo tan pequeño como una mirada amable,
un oído atento o nuestra presencia es suficiente para que una persona se sienta
acogida. Cuando le ofrecemos nuestras pobres habilidades a Jesús, él las usa
de una manera sorprendente.
Entonces experimentamos lo que hizo Abrahán, porque es dando que recibimos, y cuando acogemos a los demás, somos bendecidos en abundancia.
Es Cristo mismo a quien recibimos como invitado.
La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 103
¿Encontrarán en nosotros las personas que acogemos día a hombres ymujeres
radiantes con Cristo, nuestra paz?
Las fuentes de Taizé (2000) p. 60
Oración
Jesucristo,
deseamos acoger a los hermanos y hermanas
que están con nosotros.
Sabes que frecuentemente nos sentimos
impotentes ante su sufrimiento,
sin embargo, tú siempre te adelantas
y los acoges con compasión.
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Háblales a través de nuestras palabras,
apóyalos a través de nuestros actos,
y deja que tu bendición descanse sobre todos nosotros.
Día 7: Crecer en unidad
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos»
(Juan 15, 5a)
1 Corintios 1, 10-13; 3, 21-23. ¿Está dividido Cristo?
Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor
Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique
división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto,
hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones
entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo
pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno,
¿es que Cristo está dividido? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis
sido bautizados en su nombre?
Que nadie, pues, ande presumiendo de los que no pasan de ser seres humanos. Todo os pertenece: Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo
presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es
de Dios.
Jn 17, 20-23. Como tú y yo somos uno
Y no te ruego solo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer
en mí por medio de su mensaje. Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo
el mundo creerá que tú me has enviado. Yo les he comunicado la gloria con
que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros.
Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y
así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como
me amas a mí.
Meditación
En la víspera de su muerte, Jesús oró por la unidad de aquellos que el Padre
le había entregado: «para que todos sean uno (…); para que el mundo crea».
Unidos a él, como el sarmiento a la vid, compartimos su misma savia que
circula en nosotros y nos revitaliza.
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Cada tradición busca llevarnos al corazón de nuestra fe: la comunión con
Dios, a través de Cristo, en el Espíritu. Cuanto más vivimos esta comunión,
más nos unimos con otros cristianos y con toda la humanidad. Pablo denuncia una actitud que ya había amenazado la unidad de los primeros cristianos:
absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo. Las diferencias se convierten entonces en divisiones en lugar de enriquecernos mutuamente. Pablo tuvo una visión muy amplia: «Todos son tuyos, y
tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3, 22-23).
La voluntad de Cristo nos compromete con un camino de unidad y reconciliación. También nos compromete a unir nuestra oración a la suya: «que todos
sean uno (…); para que el mundo crea» (Jn 17, 21).
Nunca os resignéis al escándalo de la separación de los cristianos que con tanta facilidad profesan el amor al prójimo y, sin embargo, permanecen divididos.
Haz de la unidad del cuerpo de Cristo tu incansable preocupación.
La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 13
Oración
Espíritu Santo,
fuego vivificador y aliento suave,
ven y permanece en nosotros.
Renueva en nosotros la pasión por la unidad,
para que podamos vivir conscientes del vínculo que nos une a ti.
Que todos los que nos hemos entregado a Cristo en el bautismo
nos unamos y demos testimonio de la esperanza que nos sostiene.
Día 8: Reconciliarse con toda la creación
«Para que participéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa»
(Juan 15, 11)
Colosenses 1, 15-20. En él todas las cosas se mantienen unidas
Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado. Dios
ha creado en él todas las cosas: todo lo que existe en el cielo y en la tierra,
lo visible y lo invisible, sean tronos, dominaciones, principados o potestades,
todo lo ha creado Dios por Cristo y para Cristo. Cristo existía antes que hubiera cosa alguna, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la cabeza del
cuerpo que es la Iglesia; en él comienza todo; él es el primogénito de los que
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han de resucitar, teniendo así la primacía de todas las cosas. Dios, en efecto,
tuvo a bien hacer habitar en Cristo la plenitud y por medio de él reconciliar
consigo todos los seres: los que están en la tierra y los que están en el cielo,
realizando así la paz mediante la muerte de Cristo en la cruz.
Marcos 4, 30-32. Tan pequeño como una semilla de mostaza
También dijo: «¿A qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo
representaremos? Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra, es la
más pequeña de todas las semillas de la tierra; pero una vez sembrado, crece
más que todas las otras plantas y echa ramas tan grandes que a su sombra
anidan los pájaros».
Meditación
El himno a Cristo de la Epístola a los Colosenses nos invita a cantar la alabanza de la salvación de Dios, que abarca todo el universo. A través de Cristo
crucificado y resucitado, se ha abierto un camino de reconciliación; la creación también está destinada a un futuro de vida y de paz.
Con los ojos de la fe, vemos que el reino de Dios es una realidad muy cercana
pero también muy pequeña, apenas visible, como una semilla de mostaza. Sin
embargo, está creciendo. Incluso en la angustia de nuestro mundo, el Espíritu
del Resucitado está trabajando. Nos alienta a involucrarnos, con todas las
personas de buena voluntad, en la búsqueda incansable de la justicia y la paz,
y a asegurarnos de que la tierra vuelva a ser un hogar para todas las criaturas.
Participamos en la obra del Espíritu: que la creación en toda su plenitud pueda continuar alabando a Dios. Cuando la naturaleza sufre, cuando los seres
humanos son aplastados, el Espíritu de Cristo resucitado no permite que nos
descorazonemos, sino que nos invita a tomar parte en la obra de la salvación.
La novedad de la vida que trae Cristo, por oculta que sea, es una luz de esperanza para muchos. Es una fuente de reconciliación para toda la creación y
contiene un gozo que nos trasciende: «para que mi gozo pueda estar en ti, y
que tu gozo sea completo» (Jn 15, 11).
¿Te gustaría celebrar la novedad que la vida de Cristo te ofrece a través del
Espíritu Santo y dejar que viva en ti, y entre nosotros, y en la Iglesia, y en el
mundo y en toda la creación?
Segunda promesa hecha durante la profesión
en la Comunidad de Grandchamp
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Oración
Trinidad Santa, te damos las gracias por habernos creado y amado.
Te agradecemos tu presencia en nosotros y en la creación.
Haz que podamos aprender a mirar el mundo como tú lo miras, con amor.
Con la esperanza de esta visión, haz que podamos trabajar por un mundo
donde florezca la justicia y la paz, para la gloria de tu nombre.
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Guion para la celebración eucarística
El guion para la celebración eucarística es un material propio de la Conferencia Episcopal Española que se ofrece para que pueda ser usado en las misas a lo
largo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Consta de una
monición de entrada y las peticiones de la oración de los fieles. En lo que se refiere a otras oraciones y prefacios, aconsejamos cuando sea posible —siguiendo la normativa litúrgica— que se usen las de las misas y oraciones por diversas
circunstancias, en concreto los tres modelos de la misa por la unidad de los
cristianos, que se encuentran en las páginas 1024-1028 del Misal Romano.
Lunes 18 de enero: Llamados por Dios
«No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros»
(Juan 15, 16a)
Monición de entrada
Del 18 al 25 de enero los cristianos del hemisferio norte celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, uniéndonos para pedir al
Señor a una sola voz que conceda el don de la unidad para su Iglesia. Este año
el lema del Octavario de Oración es «Permaneced en mi amor y daréis fruto
en abundancia», y tiene como texto de fondo el capítulo 15 del evangelio de
Juan, que nos presenta a Cristo como la Vid verdadera, a quien están unidos
los sarmientos, en los que estamos representados cada uno de nosotros, en
tanto que no podemos vivir si no es íntimamente unidos a nuestro Señor, que
es quien nos ha elegido de manera gratuita: «No me elegisteis vosotros a mí,
fui yo quien os elegí a vosotros» (Jn 15, 16a).
Los textos de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos han
sido preparados por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos
y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias. Unámonos en esta eucaristía a esta iniciativa de la Iglesia universal, reconociendo los vínculos de comunión que nos unen a otras Iglesias y comunidades
eclesiales, y pidiendo a Jesucristo, Vid verdadera, que nos ayude a superar
nuestras divisiones.
Oración de los fieles
Nos dice Jesús en el evangelio de san Juan: «No me elegisteis vosotros a mí,
fui yo quien os elegí a vosotros» (Jn 15, 16a). Confiados en su amor, elevemos
fervientes oraciones a Dios nuestro Padre.
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— Concédenos, Señor, al comienzo de esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, sentirnos agradecidos por tu llamada, junto a nuestros hermanos cristianos de otras confesiones. Roguemos al Señor.
— Ayuda a todos los pastores y representantes de las distintas Iglesias y comunidades eclesiales, para que nos muestren el camino del diálogo y la
comprensión mutua, potenciando los lazos de unidad que el Espíritu ha
hecho crecer entre nosotros. Roguemos al Señor.
— Haz, Señor, que en medio de un mundo que experimenta constantemente
la división, la Iglesia sea siempre y en toda situación instrumento y lugar
de reconciliación y pacificación de todos los hombres. Roguemos al Señor.
— Ayuda a los cristianos de todas las confesiones para que, por encima de
todo legalismo, seamos fieles a la llamada del Señor y demos testimonio
de nuestra fe allí donde un hermano experimente el sufrimiento y el dolor.
Roguemos al Señor
Muestra, Padre celestial, tu bondad al pueblo que te suplica, para que reciba
sin tardanza lo que pide confiadamente, siguiendo tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Martes 19 de enero: Madurar internamente
«Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)
Monición de entrada
El segundo día del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos nos
invita a madurar internamente, a progresar en el encuentro con Jesucristo a
través de la oración, de los sacramentos y el servicio a los hermanos, para
así permanecer unidos al Señor, como Él lo está a nosotros (cf. Jn 15,4a). La
maduración en este proceso de conversión hacia Cristo será el que nos lleve
a superar nuestras diferencias y nos hará capaces de reconocer en el otro, no
a alguien diferente a mí, sino a un hermano que está injertado también en
Cristo, Vid verdadera.
Abramos ahora nuestros corazones para que el Espíritu Santo suscite en cada
uno de nosotros el deseo de la unión con Cristo y con nuestros hermanos de
otras confesiones cristianas, y que experimentemos el dolor por la división de
la Iglesia.
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Oración de los fieles
El Señor nos invita a permanecer unidos a él, como él lo está a nosotros (cf.
Jn 15, 4a). Desde esa comunión en el amor, oramos por nosotros y por todos
los hombres.
— Para que cada día los cristianos maduremos en nuestra unión con Cristo
a través de la oración, y de esa forma superemos los prejuicios que nos
separan. Roguemos al Señor.
— Para que los pastores de las Iglesias y comunidades cristianas sean testigos de la unión con Cristo, y a través de ella logren estrechar los lazos de
unión entre todos los cristianos. Roguemos al Señor.
— Para que quienes ostentan los poderes públicos en nuestro país y en el
mundo entero sepan ejercerlos como un servicio, cuidando especialmente
de los pobres y necesitados. Roguemos al Señor.
— Para que, como fruto de esta Semana de Oración por la Unidad de los
Cristianos que estamos celebrando, el Señor nos ayude a valorar la necesidad de la comunión entre las Iglesias. Roguemos al Señor.
— Para que las Iglesias den frutos de entrega y servicio hacia los más necesitados de nuestra sociedad. Roguemos al Señor.
Te pedimos, Dios de bondad, que te muestres favorable a las oraciones de los
que te suplican. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Miércoles 20 de enero: Formar un solo cuerpo
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»
(Juan 15, 12b)
Monición de entrada
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15, 12b). El mandamiento nuevo del amor de Jesús a sus seguidores es la clave para poder
avanzar en el camino hacia la unidad visible de la Iglesia, por la que pedimos
intensamente en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. El
amor —en palabras de san Pablo —es comprensivo, no lleva cuentas del mal,
disculpa sin límites, soporta sin límites, confía sin límites, espera sin límites
(cf. 1 Cor 13, 4-7). Es el amor el que nos hace sentirnos parte de un mismo
cuerpo de Cristo, la Iglesia, aceptando nuestras flaquezas y sintiendo que todos los miembros son necesarios e insustituibles.
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Comencemos ahora la eucaristía con el deseo de que un día podamos sentarnos alrededor de un mismo altar los que estamos llamados a formar un solo
cuerpo.
Oración de los fieles
Respondiendo al mandato del Señor de amarnos los unos a los otros como él
nos ha amado (cf. Jn 15, 12b), oremos ahora confiadamente a Dios nuestro
Padre, para que nos ayude a dar un testimonio creíble de lo que hemos recibido como una gracia.
— Para que sea el mandamiento nuevo del amor el que guíe las relaciones
y los diálogos entre los representantes de las Iglesias en el camino de la
unidad. Roguemos al Señor.
— Para que los cristianos de cualquier denominación se sientan miembros
del único Cuerpo de Cristo, y comprendan que Cristo no puede estar dividido. Roguemos al Señor.
— Para que cada día vayamos superando entre los cristianos el lenguaje de
la intolerancia, de los prejuicios, del sectarismo y la incomprensión. Roguemos al Señor.
— Para que el Señor acoja en su reino a quienes han perdido la vida durante
la pandemia, consuele a sus familiares y renueve la vocación de servicio
de quienes cuidan a los enfermos y luchan por erradicar la enfermedad.
Roguemos al Señor.
— Para que nuestras Iglesias se esfuercen cada vez más por proteger y cuidar a los miembros más débiles del Cuerpo de Cristo, especialmente los
niños, jóvenes, ancianos, enfermos, pobres, inmigrantes y desahuciados.
Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que sabes que la vida del hombre está sujeta a tanta necesidad: escucha las preces de los que te suplican y cumple los anhelos de los que ponen
en ti toda su esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Jueves 21 de enero: Orar unidos
«Ya no os llamaré siervos… A vosotros os llamo amigos»
(Juan 15, 15)
En esta cuarta jornada de oración por la unidad de todos los cristianos, se nos
invita a entrar en la intimidad de la amistad con el Señor: «Ya no os llamaré
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siervos… A vosotros os llamo amigos» (Jn 15, 15). Una amistad que se forja
acudiendo continuamente a la fuente de la oración y del silencio, donde poder
gastar nuestro tiempo a la escucha del Maestro.
En esta semana, a lo largo de todo el mundo, cristianos de distintas Iglesias y
comunidades eclesiales, se están reuniendo en clima de oración, a la escucha
de la Palabra de Dios. En la oración experimentamos ya la unidad que el
Señor desea, pues esta unidad se basa, no en estrategias eficaces, sino en la
amistad con aquel que está por encima de toda división.
Dispongámonos ahora para celebrar dignamente el misterio eucarístico, con
un corazón capaz de reconocer en la oración que el Señor nos quiere amigos.
Oración de los fieles
El Señor nos dice: «Ya no os llamaré siervos (…); a vosotros os llamo amigos». Desde esa cercanía oramos a Dios Padre, fuente de toda bendición.
— Para que en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
descubramos la amistad con el Señor en clima de silencio y escucha, y
así se fortalezcan los vínculos de fraternidad entre todos los bautizados.
Roguemos al Señor.
— Para que el Señor mantenga a los teólogos que se dedican al diálogo ecuménico constantes en su empeño de la búsqueda de la Verdad que nos
reconcilia. Roguemos al Señor.
— Para que, desde el convencimiento de que la Iglesia es una, todas las comunidades cristianas descubran la vocación ecuménica, y la necesidad
de descubrir la riqueza de las otras Iglesias para avanzar juntos hacia la
unidad.
— Para que todos los que en este mundo experimentan el sufrimiento y el
dolor encuentren siempre en los cristianos el rostro de Cristo que alivia
sus cansancios. Roguemos al Señor.
— Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo.
Roguemos al Señor.
Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te
pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Viernes 22 de enero: Dejarse transformar por la Palabra
«Vosotros ya estáis limpios por la palabra…»
(cf. Juan 15, 3)
Monición de entrada
La Palabra de Dios que habitualmente escuchamos y meditamos no nos deja
indiferentes, es siempre transformadora. En este quinto día de la Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos damos gracias por la Palabra, en
la que todos los cristianos nos sentimos unidos, y pedimos juntos que nos
dejemos transformar con humildad por ella, que aparte de nosotros todos los
obstáculos que impiden la comunión y borre para siempre el escándalo de la
división.
Dejemos ahora que el Señor vuelva a hablarnos, que nos transforme y pode
nuestras ramas secas, como el viñador poda la vid para que dé frutos abundantes.
Oración de los fieles
Habiendo escuchado la Palabra, que nos limpia (cf. Jn 15, 3) y respondiendo
con fe al Señor, que nos ha hablado, oremos juntos:
— Para que los cristianos de las diversas confesiones descubramos siempre
en la Palabra de Dios la fuerza transformadora, la fuente de la unidad que
el Señor desea para su Iglesia. Roguemos al Señor.
— Para que conceda a la Iglesia la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
— Para que todos los que se dedican al estudio de la Sagrada Escritura, a
través de sus investigaciones, ofrezcan a las Iglesias los fundamentos de la
comunión entre ellas. Roguemos al Señor.
— Para que todos los que han sido llamados a desempeñar en la Iglesia el
ministerio de la Palabra, antes de anunciarla se dejen interpelar por ella
en la oración y no solo la prediquen con su voz, sino con su propia vida.
Roguemos al Señor.
— Para que quienes compartimos el pan de la Palabra, un día podamos superar las diferencias que aún nos mantienen distanciados de la misma
mesa de la eucaristía. Roguemos al Señor.
Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te
pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Sábado 23 de enero: Acoger a los demás
«Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero»
(cf. Juan 15, 16b)
Monición de entrada
Acoger a los demás es expresión de nuestra identidad cristiana, pues es expresión del amor de Dios que está dentro de nosotros. Al celebrar este quinto día
de Oración por la Unidad de los Cristianos, pedimos al Señor que nos dé un
corazón acogedor como el suyo, que nos ayude a vencer nuestros prejuicios
hacia el que es diferente, que nos ponga en camino hacia el hermano comprendiéndolo en su propia historia de vida y de fe, para que así podamos dar
frutos de comunión entre nosotros.
Pidamos en esta eucaristía que nuestras Iglesias sean cada día más acogedoras, y que ningún cristiano, sea de la confesión que sea, se sienta un extraño
entre los que están llamados a vivir como hermanos.
Oración de los fieles
El Señor, por medio de su evangelio, nos invita a dar fruto abundante y duradero (cf. Jn 15, 16b). Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que
quiere iluminar y salvar a todos los hombres.
[Si ya se celebra la misa del domingo:
• Por los que han renunciado a cualquier porvenir humano en vista del reino de Dios, para que su gesto sea comprendido como respuesta generosa
a la invitación de Cristo. Roguemos al Señor.
• Por los gobernantes de las naciones, para que no sea el dinero lo único
que los mueva en sus actuaciones y fomenten ante todo los valores humanos. Roguemos al Señor].
— Pidamos por los frutos de la Semana de Oración que estamos celebrando,
para que el Señor nos conceda el don de la unidad de los cristianos. Roguemos al Señor.
— Conscientes de que acoger a los demás es expresión de la caridad cristiana, pidamos por nuestros pastores, para que nos ayuden a hacer que
nuestras Iglesias sean cada vez más acogedoras y nadie se sienta excluido
en ellas. Roguemos al Señor.
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— Pidamos por los cristianos, para que aprendamos a acogernos en nuestras
diferencias, y podamos así trabajar por una diversidad reconciliada entre
nuestras Iglesias. Roguemos al Señor.
— Pidamos también para que descubramos en la Palabra de Dios la fuente
de toda transformación social, y nos empeñemos en crear estructuras de
solidaridad y justicia en las que sea respetada la dignidad de todo ser humano. Roguemos al Señor.
[Si ya se celebra la misa del domingo:
— Por nosotros mismos, para que tomemos en serio las palabras de Cristo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Roguemos al Señor].
Dios todopoderoso y eterno, que por tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo nos
has dado el conocimiento de tu verdad: mira con bondad al pueblo que te
suplica, líbralo de toda ignorancia y de todo pecado para que llegue a la gloria
del reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Domingo 24 de enero: Crecer en unidad
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos»
(Juan 15, 5a)
Monición de entrada
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que venimos celebrando desde el lunes 18 de enero y que culminará el día 25 con la festividad de
la conversión del Apóstol San Pablo, nos anima cada año a crecer en unidad
con los miembros de Iglesias y comunidades eclesiales de otras confesiones
cristianas (ortodoxos, luteranos, reformados, anglicanos, evangélicos…) y a
no resignarnos a vivir separados. Creemos que Cristo fundó una sola Iglesia,
por ello contradice nuestra fe y es un escándalo para el mundo que los cristianos estemos divididos.
Bajo el lema «Permaneced en mi amor, y daréis fruto en abundancia» (cf. Jn
15, 5-9), cristianos de distintas confesiones se están congregando a lo largo de
estos días para pedir a Jesucristo, Vid verdadera, el don de la unidad. Si estamos unidos a él, como los sarmientos a la vid, daremos frutos de comunión
entre nosotros superando los obstáculos que podamos encontrar en el camino
del ecumenismo.
«Inmediatamente lo siguieron» (cf. Mc 1, 18), escucharemos hoy en la proclamación del Evangelio. Ese “inmediatamente” expresa la llamada radical
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a la conversión que el Señor dirige a todas nuestras Iglesias y comunidades
eclesiales, para ser en el mundo fermento de unidad y reconciliación.
Guion para la homilía
1. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos invita cada
año a pedir al Señor el don de la unidad, que requiere de nosotros una
conversión al Señor a nivel personal y eclesial.
2. Jonás es el profeta enviado a Nínive por el Señor para llamar a la conversión de aquel pueblo. Y es el que también hoy nos llama a todos nosotros,
cristianos de distintas confesiones, que a lo largo de la historia nos hemos
separado y dividido la Iglesia de Cristo, a la conversión y a la comunión
plena entre nosotros. Nínive estaba abocada a su destrucción, y una Iglesia dividida y enfrentada acabará también enfrentándose a la catástrofe de
su destrucción. La división es siempre motivo de escándalo, la comunión,
por el contrario, es reflejo de la luz de Dios, signo de esperanza en este
mundo.
3. El lema del Octavario de Oración por la Unidad, «Permaneced en mi
amor, y daréis fruto en abundancia» (cf. Jn 15, 5-9), tomado del evangelio de Juan, nos presenta a Cristo como Vid verdadera. En la medida en
que los cristianos estemos unidos a Cristo, como los sarmientos a la vid,
daremos frutos de fraternidad y comunión. Nuestra lejanía de Cristo es
proporcional a la lejanía del hermano. Aplicado al campo del ecumenismo, podemos decir que solo la unión con Cristo es la que dará como fruto
la unión entre nuestras Iglesias; y, por el contrario, si nosotros nos distanciamos de Cristo, nuestras Iglesias experimentarán también la lejanía y la
separación. De ahí la urgente llamada a la conversión, que hoy nos lanza
el profeta Jonás y el mismo Señor en el Evangelio.
4. Ojalá nuestra respuesta a la llamada del Señor sea como la de los apóstoles: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mc 1, 18).Ese
“inmediatamente” indica prontitud y radicalidad. Es hora de dar signos
de unidad y comunión, dejar de hablar de la unidad y empezar a vivir
unidos, dejar nuestros extensos discursos ecuménicos y hacer de nuestra
vida el auténtico discurso del ecumenismo.
5. «Señor, enséñame tus caminos», hemos cantado con el salmista. Podríamos decir nosotros hoy: «Señor, enséñanos tus caminos de reconciliación
y comprensión; enséñanos a superar nuestros prejuicios y a sanar nuestras
heridas del pasado; enséñanos tus caminos de humildad y de conversión,
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para que no sean ni el orgullo ni la soberbia los que guíen los pasos de
nuestras Iglesias».
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que nos envió a su Hijo, Buena Noticia para el mundo,
la vid a la que estamos unidos los sarmientos (cf. Jn 15, 5a):
— El papa Francisco, los obispos y los representantes de todas las confesiones cristianas nos animan estos días a orar por la unidad. Para que el
Señor les fortalezca en su misión de ser testigos de comunión en medio
del mundo. Roguemos al Señor.
— Jesús nos llama a la conversión en el Evangelio. Para que todas las Iglesias
respondan a la invitación de Jesús a seguirlo en fidelidad, y apostemos
decididamente por el Reino de Dios. Roguemos al Señor.
— Jesús es la Vid y nosotros los sarmientos. Para que los cristianos nos mantengamos siempre unidos al Señor y demos frutos de fraternidad y unidad
en medio del mundo. Roguemos al Señor.
— El Espíritu Santo es fuente de comunión. Para que, dejándonos impulsar por el soplo del Espíritu, las Iglesias sean constructoras de paz, de
libertad, de justicia y de solidaridad entre todos los hombres. Roguemos
al Señor.
— El ecumenismo es un compromiso irreversible de toda la Iglesia. Para que
en nuestras comunidades cristianas se viva con intensidad la dimensión
ecuménica en nuestras tareas cotidianas. Roguemos al Señor.
— La caridad es fruto de nuestra unión con Cristo. Para que todas las Iglesias podamos unirnos dando testimonio de caridad hacia nuestros hermanos necesitados y marginados. Roguemos al Señor.
— La eucaristía es expresión de la comunión en la Iglesia. Para que llegue el
día en que los cristianos podamos compartir en un mismo altar el pan de
la eucaristía y el cáliz de la unidad. Roguemos al Señor.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas y acuérdate de
nosotros por tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Lunes 25 de enero: Reconciliarse con toda la creación
«Para que participéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa»
(Juan 15, 11)
Monición de entrada
Con la fiesta de la conversión de San Pablo culmina hoy la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que comenzábamos el pasado lunes 18
de enero. Damos gracias a Dios por todo lo que hemos vivido en estos días:
cristianos de distintas confesiones unidos en numerosas oraciones a lo largo
de todo el mundo, que se han acercado juntos a Jesucristo, fuente de toda
reconciliación, anticipando así ya en esta tierra la unidad que el Señor desea
para toda su Iglesia.
Con el lema «Permaneced en mi amor, y daréis fruto en abundancia» (cf. Jn
15, 5-9) hemos celebrado la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, reflejando así una luz de esperanza para el mundo. Con ella se nos anima
a seguir pidiendo al Padre por la unidad con las mismas palabras de Jesús:
«Padre, que todos sean uno para que el mundo crea» (cf. Jn 17, 21-23). Que
esta Semana nos lleve al compromiso de seguir orando por la comunión entre
todas las Iglesias, a seguir trabajando juntos en todo lo que nos sea posible y
a seguir formándonos en perspectiva ecuménica.
Comencemos ahora la eucaristía reconociendo una vez más nuestros pecados, que nos alejan de Cristo, en el que no hay ninguna división, e invocando
su misericordia sanadora que permite la reconciliación.
Oración de los fieles
En este día de la conversión de san Pablo, en el que finaliza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, elevemos nuestra oración al Padre, para
que podamos participar de la alegría de Cristo y nuestra alegría sea completa.
— Para que los cristianos de todas las confesiones seamos fieles al Evangelio, dando testimonio de nuestra fe ante el mundo. Roguemos al Señor.
— Para que el Espíritu Santo conceda a todas las Iglesias cristianas fortalecer los vínculos de unión, y se dejen transformar en todo aquello que las
separa. Roguemos al Señor.
— Para que en el mundo crezca la paz, la libertad y la justicia y se superen
las divisiones y las rivalidades entre los pueblos. Roguemos al Señor.
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— Para que quienes más sufren las consecuencias de la pandemia que estamos padeciendo sientan cercana la presencia alentadora del Señor y encuentren en los cristianos una mano tendida a su sufrimiento. Roguemos
al Señor.
— Por todas las personas e instituciones que han preparado los materiales y
celebraciones de la Semana de Oración por la Unidad en tantos lugares
del mundo, para que el Señor les conceda disfrutar un día de los frutos de
su trabajo. Roguemos al Señor.
— Para que los cristianos demos testimonio concorde de caridad hacia los
pobres, los marginados y los más necesitados. Roguemos al Señor.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas y acuérdate de
nosotros por tu bondad. Acoge nuestras súplicas, que hoy te presentamos especialmente confiados en la intercesión del San Pablo, a quien tú elegiste para
llevar tu evangelio a los gentiles. Por Jesucristo, nuestro Señor.